Estallar
Necesitaba que estallara el cielo casi tanto como necesitaba que lo hiciera su cuerpo.
Se sentía una extraña dentro de sí, totalmente ajena a ese estar, a ese sentir que desde hacía ya algún tiempo se le hacía tan familiar y que, con certeza, sabía no le pertenecía.
Mayo había llegado lluvioso. Al fin. O al menos eso pronosticaba el tiempo casi cada día, pero no terminaba de romper del todo.
Con su cuerpo pasaba algo parecido. Se pronosticaban molestias y cansancio, dolor y falta de vitalidad y un posible romperse que no llegaba nunca.
Deseaba romperse del todo, romperse al fin y recoger cada pedazo para empezar una nueva versión de sí misma. La verdadera, la definitiva. Sin ansiedades ni vacíos, sin sentires banales ni dolores inexplicables, esos que tanto le impedían pensar, disfrutar y echar a volar.
Se sentía presa en su piel. Prisionera de sí misma. Necesitaba romperse para reconstruirse al fin. Sin parches, ni trozos a medias.
Necesitaba estallar casi tanto cómo aquella tarde gris de mayo en la que había decidido no asomar el sol.